Paso sus exámenes de ingreso al Ejercito con calificaciones tan altas, que inmediatamente se le otorgó una comisión como Subteniente en el 13º regimiento de Húsares, acantonado en la india. El 16 de Diciembre de 1.876 desembarcó en la India.
Al terminar su servicio se dedicaba en su cuarto al dibujo, “El Gráfico” le compró sus dibujos para publicarlos.
Era un gran amigo de los niños, les hacia marchar al son de su flauta y les estimulaba a que fueran observadores y se fijasen en todo, desarrolló juegos y competencias entre ellos.
B.P. era un excelente soldado. Pronto se ganó el respeto de sus subordinados quienes se dieron cuenta que era tan observador que nada se le escapaba.
Aprovechaba las oportunidades que se les presentaban para irse a la selva y ahí acechaba a los animales salvajes, escondiéndose con frecuencia cerca de algún charco tranquilo, donde podía observar a los venados, chacales, tigres y elefantes que se acercaban a beber.
B.P. amaba los caballos. No podía comprarse un caballo amaestrado para el polo o la caza del jabalí. Compraba potros semi salvajes y los amaestraba.
Gracias a sus grandes conocimientos en acecho rindió grandes servicios a su regimiento y les proporcionó muchas glorias.
Pronto fue ascendido, pero esta promoción significaba que había que dedicarse al trabajo de oficina, cosa que no le agradaba.
B.P. poseía un excelente sentido del humor. Una vez le fue encargada una misión muy difícil e importante; debía buscar nuevos pasos por las montañas Drakensburg, pues esto permitiría a la caballería atravesar el territorio Boer.
Para esto se dejo crecer la barba que le daba aspecto de terrible rufián e inició su cabalgata de 1.000 km a través de las montañas. Durante un mes viajo sin descanso, iba a donde le parecía y reunió todos los datos que deseaba sin despertar la menor sospecha. Mas Aún había hecho muchos amigos tanto entre los británicos como entre los Boers.
Acabadas las dificultades disfrutó una licencia de seis meses en la parte portuguesa de Africa Oriental. Hubo ahí una sequía y el hambre hizo presa de las aldeas nativas. Una vez cuando mato un hipopótamo, se reunieron cientos de nativos en un campamento y esa noche hubo ahí un gran festín.
Aprendió muchas tretas del arte de los bosques, siendo el agua muy escasa se lavaba dejando que un delgado chorro de ella pasara por su boca hasta sus manos, no usando mas de una cucharada. Para su pan no usaba agua, mezclaba harina con vino de palmera, y la dejaba reposar por una hora, cociéndola después entre dos platos de barro, sobre las cenizas calientes. Este pan resultaba sumamente ligero y delicioso.
B.P. no perdía ninguna oportunidad de adquirir mayor experiencia en escultismo.
Una vez, en un astillero francés, donde él no tenía por que estar, fue visto y perseguidos por dos gendarmes. Corrió alrededor de la nueva casa de máquinas y se subió en una escalera, en donde se quedó perfectamente quieto. Mientras los gendarmes le buscaban, subió él al techo de la casa de máquinas, desde donde hizo un cuidadoso estudio de los nuevos muelles y abandonó el lugar sin ser visto y con todos los detalles de los planos de los muelles.
En 1.887 estallaron las dificultades con el jefe Dinizulú, en la tierra de los Zulúes. El Capitán B.P. fue nombrado secretario militar y destinado a verse cara a cara con los belicosos zulúes.
En una batalla con los zulúes una bala perdida hirió a una muchacha zulú, atravesándola por él estomago, a pesar de los esfuerzos de B.P. por salvarla la muchacha murió y él la enterró, tomando de ella el collar de cuentas que ella llevaba consigo, y que años mas tardes sirvió de modelo a la Insignia de Madera.
Una vez cuando B.P. se asomaba por encima de una roca para localizar a los Scouts enemigos, un fornido soldado usutu brincó sobre él con la lanza preparada, el asistente de B.P: le gritó advirtiéndole el peligro, por lo que el guerrero retrocedió corriendo, y aún cuando tuvo oportunidad para dispararle no lo hizo, porque comprendió que el usutu lo conduciría a su escondite, y así fue en efecto, había ahí, entre las rocas una hondonada atestada de nativos, B.P. se les acerco y las mujeres temiendo una matanza gritaban. En eso, un pequeño niño negro cayo de una de las rocas B.P. lo levanto y le dio con que jugar milagrosamente la gritería ceso Dinizulú se rindió.
En 1.889 fue ascendido a mayor y luego fue nombrado oficial del servicio de inteligencia militar y enviado en misiones de espionaje.
En 1.893 B.P. se puso a organizar 200 guerreros nativos de 8 tribus diferentes a cada tribu la reunió en una compañía y apelo a su sentido de orgullo poniéndoles uniformes y fez. El contingente nativo debía hacer trabajos de escultismo y pionerismo a la vanguardia del grueso de la tropa y atraves de 230 Km; de espesura. Hubo algunos motines entre los guerreros pero B.P., siempre los sofocaba rápidamente.
B.P. fue ascendido a Teniente Coronel, regresó a Inglaterra y pronto recibió un telegrama del general Sir Frederick Carrigton invitándole para ir a Sud Africa como Jefe del Estado Mayor. Estaba en el camino de la mejor aventura de su vida.
En Sudáfrica viajo de Mafeking a Bulavayo para encontrarse con el General Carrington.
Los Matabeles, quienes se dedicaban a matar a los colonos se retiraron a unas fortificaciones en los cerros matopo, donde desaparecieron. B.P. fue enviado a buscarlos. Durante la noche se fue a los cerros; Ahí espero hasta la aurora para que los delgados hilos del humo de sus cocinas le descubrieran sus escondites; Así descubrió muchas partidas de guerreros y después guío a sus tropas por veredas para atacarlos por sorpresa.
Baden Powell hacia que los soldados durmieran con las botas puestas para protegerlos de un enemigo astuto. Durante la noche se paseaba entre ellos golpeándoles la planta de los pies con un bastón para comprobar que tenían las botas puestas.
Durante una expedición, hombres y bestias estaban agotados por falta de agua, él vio a lo lejos volar una pareja de palomas y fue a investigar, tal como él lo había sospechado, estas volaban sobre una charca.
En enero de 1987 se embarcó para Inglaterra. Durante su licencia escribió en cinco días “La campaña contra los Matabeles”, su propia historia de la guerra.